Por: Miguel Olvera
Caballero
Coscomatepec,
Ver.- El tráfico de madera es el cáncer que invade el Pico de Orizaba. Sus
tentáculos llegan hasta Tlaxcala y Puebla, donde se comercializan miles de tablones
y cajas de madera. Esta es solo una breve mirada a ese mundo clandestino.
“Se
tocan muchos intereses, es un tema muy delicado”, sentencia una fuente que accede
a dar una entrevista bajo la condición del anonimato. El solo hablar del
problema implica riesgos para la gente que vive en las faldas del Citlaltépetl,
nombrar funcionarios representaría la muerte.
El
Parque Nacional Pico de Orizaba fue creado por el decreto presidencial de
Lázaro Cárdenas, el 16 de diciembre de 1936, contando con una superficie de 19
mil hectáreas de bosque. Cientos de esas hectáreas han sido arrasadas por los
talamontes.
Día
tras día, desde antes de salir el sol y hasta bien entrada la tarde, pueden
escucharse moto sierras a lo lejos, como fantasmas, cegando la vida de cientos
de árboles. Basta avanzar hacia la fuente del ruido para que se apague de
momento.
“Escucha,
ya están trabajando, escóndete, si ven que andamos cerca puede haber problemas,
peor si ven la cámara”, advierte un guía en la sierra de Alpatláhuac, se adivina
la tensión en su rostro.
La
fundación Salvemos el Pico de Orizaba, ha evidenciado en repetidas ocasiones
que en 25 años, se ha perdido el 87 por ciento de la vegetación del
Citlaltépetl. El cáncer sigue avanzando libremente.
“Si
regresan por aquí, los vamos a matar”; sentenciaron talamontes a un
guardabosques en el 2009, a quien le quitaron su teléfono, lo amagaron con
machetes y le dañaron su cuatri moto.
LOS
TALADORES, INTOCABLES
Los
taladores han provocado incendios forestales en el Parque Nacional, en su afán
por ocultar la magnitud del ecocidio que están causando. Destruyeron las
cabañas del Tío Manolo y previamente, las cabañas donde vivían los guardabosques.
No
es para menos, de acuerdo a estimaciones de las autoridades y defensores del
medio ambiente, al año se extraen hasta 15 mil metros cúbicos de madera.
Alrededor de $15 millones de pesos al año.
En
la zona alta de Calcahualco, en Vaquería, Jacal, Totozinapa, Tlacotiopa, Dos
Caminos, la industria de elaboración de cajas de madera está en su apogeo. Una
fotografía tomada de frente es imposible. Toda la comunidad está involucrada en
el negocio y miran con recelo a los extraños.
Tan
solo en el 2011, se registró uno de los más graves incendios forestales, que
arraso con más de 300 hectáreas de bosque, al grado que el humo era visible
desde Huatusco o Córdoba. En esa ocasión, otras 300 hectáreas se perdieron del
lado de La Perla. Apenas hace unos días se reportaron al menos 3 incidentes de
este tipo del lado de Alpatláhuac.
Los
taladores han sido perseguidos, pero su astucia es mucho mayor. Durante varios
días, un grupo intentó capturar a varios taladores. De repente, como por arte
de magia, al amanecer ya estaba talada una parte de bosque. Trabajaban a la luz
de la luna, revela el entrevistado.
“Muchos
traficantes son personas que cuentan con permisos de control forestal, pero no
llenan los formatos donde se especifica la hora de salida del camión, que
carga, la hora en que regresa, su destino y muchos datos más, traen documentos
en blanco y cuando una autoridad los detiene, los rellenan, les dan dinero y
siguen su camino”, evidencia la fuente consultada.
Uno
de los pocos operativos implementados por la Profepa en contra de los
talamontes se realizó en el 2013, donde participaron más de 50 inspectores de
la Profepa; 40 elementos de la Policía Federal, 60 de la Sedena y 40 de la PGR.
En esa ocasión, alrededor de 300 personas, que protegían a los taladores,
retuvieron a inspectores de la dependencia federal. Se les devolvieron moto
sierras, madera, vehículos.
LA
TALA COMO PROBLEMA SOCIAL
Los
taladores habitan en comunidades como Jacal, del municipio de Calcahualco o El
Sauce y Potrerillo, del lado de Coscomatepec. La Perla y Mariano Escobedo
tienen el recurso a la mano y simplemente lo toman. Todos son municipios con
alta y muy alta marginación.
La
tala no nació espontáneamente, es producto del desinterés de las autoridades de
los tres órdenes de gobierno por crear fuentes de empleo, de emprender acciones
para ponerle un alto al rezago social.
“Hay
crisis económica, hay falta de trabajo y los árboles no oponen resistencia a
ser cortados, hay gente sin escrúpulos, funcionarios que permiten que la madera
baje y salga libremente de la zona”, acusa el entrevistado.
En
la zona de Jacal y Vaquería, en Calcahualco, hace poco Fundación Ford
implementó un proyecto para ayudar a la gente, iniciando con pláticas sobre el
medio ambiente, los efectos de la tala desmedida. De manera sorpresiva se
suspendió.
Para
muchas personas, la tala en el Pico de Orizaba es solo un tema de debate,
hablar de una enfermedad incurable que se propaga cada vez más por el cuerpo de
un Parque Nacional, pocos hacen algo por intentar defenderlo. El Citlaltépetl
es atractivo solo cuando hay nevada, el resto del año, es una montaña solitaria.
Mientras
en las mesas los funcionarios de Gobierno del estado y la federación plantean
proyectos que quedan en el escritorio, otro árbol cae ante la voraz dentadura
de la motosierra. Cientos de sus hermanos más están a punto de correr la misma
suerte.
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