Por:
Miguel Olvera Caballero
Coscomatepec,
Ver.- Tendido sobre la batea quedó el cuerpo de Alfredo. Apenas cinco minutos
después había fallecido, “el morro ya se murió”, se dijeron entre sí. En medio
del dolor, queda la impotencia de sus compañeros de trabajo, por no haber
podido hacer más.
“Sentí
como se me doblaban las piernas”, reconoce sin pena Moisés Lino, quien ayudó a
sacar a los lesionados de entre los restos de la camioneta. Recargado sobre las
estructuras de una Nissan doble cabina, el joven relata que él viajaba en otra
camioneta, apenas a unos metros de la que se convirtió en féretro de 6
coscomatepecanos.
Junto
con él, decenas de pobladores de Xocotla emprendieron ayer por la mañana el
camino de regreso a su comunidad, en caravana, tal como hicieron el lunes por
la mañana. La diferencia es que seis de ellos vuelven dentro de ataúdes.
Moisés
Lino y Rafael Tolentino fueron dos de quienes detuvieron al conductor del
tráiler que causó el aparatoso accidente. “Nos dijo que se durmió, que lo
disculpáramos”, comenta Rafael Tolentino, quien agrega que tuvieron que
acorralarlo armados con piedras, pues pretendía huir del lugar.
Por
el rostro de Acacio Lino, líder de los taxistas del servicio mixto rural de Xocotla,
quien también se dirigía a Puebla, corren las lágrimas que no intenta limpiarse
ni disimularlas. Conforme ascienden a Xocotla, el corazón se les comprime,
saben que han vuelto a la realidad y faltan seis de ellos.
“Estuvo
bien canijo la neta, el chavito quedó debajo de las tablas, en la batea, no se
veía que tuviera nada, pero ya sacaba sangre por la nariz, bajamos a uno de los
heridos, al regresar ya estaba muerto”, refiere Moisés.
Quisieron
mover los fierros retorcidos para sacar a sus compañeros. Inconscientemente
soñaron con tener la fuerza para hacerlo, algún poder otorgado por algunos
instantes. De repente se quedan flotando sus palabras en el aire. Casi se
sueñan salvando a los finados.
Pasadas
las 13:00 horas llegaron los finados a su hogar, donde fueron recibidos con flores
y lágrimas. A sus humildes viviendas enclavadas en la comunidad de Xocotla, que
soñaban mejorar con el salario obtenido de su duro trabajo.
Alfredo
Hernández, apenas un adolescente, regresó cargado por sus compañeros, como agotado
de una ardua jornada de trabajo, al que nunca llegó. Tampoco “Beto”, quien
conducía el taxi, ni los hermanos Marcelino y Oliverio Hernández. Miguel y
Antonio Hernández, padre y hermano de Alfredo quedaron también sin vida.