Por:
Miguel Olvera Caballero
Huatusco,
Ver.- El castillo de Chapultepec fue donde se consumó prácticamente la guerra
de México contra Estados Unidos. De las cenizas de la derrota, se levantó un
mito que hizo resurgir el patriotismo, “Los Niños Héroes”.
Pie de foto:
Los “Niños Héroes”, cuyo sacrificio fue tan manipulado
por la historia oficialista, que perdió su esencia y
los convirtió en un mito.
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Francisco
Márquez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente Suárez, Juan de la
Barrera y Juan Escutia son el símbolo del sacrificio mexicano, ejemplo para
niños y jóvenes, imagen de billetes mexicanos. Fueron héroes por defender a
México, por luchar cuando podían huir, por enfrentar a un ejército que no
podían vencer, aunque su historia, ha sido mal contada.
La
mañana del 13 de septiembre de 1847, agonizante la guerra México-Estados
Unidos, más de 13 mil soldados de Estados Unidos avanzaron sobre el que era el
domicilio del Colegio Militar. La defensa mexicana constaba de 823 soldados, 43
cadetes y 4 cañones.
Las
edades de los cadetes oscilaban entre los 12 y 18 años; los instructores
Oficiales a cargo tenían un poco más de edad, pero jóvenes todavía. En la
batalla también participó el batallón de San Blas, con 400 soldados, que fueron
prácticamente diezmados durante el ataque.
Al
final del día, la victoria estaba decidida a favor del ejército invasor. Del lado
norteamericano cayeron 130 soldados, además de 29 desaparecidos, del mexicano
se reportaron 250 bajas.
Al
momento de morir en el castillo de Chapultepec, Francisco Márquez y Vicente
Suárez tenían 14 años; Agustín Melgar y Fernando Montes de Oca 18. Juan de la
Barrera 19 y Juan Escutia 20.
Pie de foto:
Miguel Miramón fue uno de los muchos cadetes
que lucharon en el Castillo de Chapultepec. Fue el
primer presidente del Partido Conservador y en
automático, se le excluyo como héroe.
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Después
de la batalla, todos los cadáveres que se encontraron en y a los alrededores
del Castillo de Chapultepec fueron incinerados, lo mismo mexicanos que
estadounidenses, porque así se acostumbraba hacer en esos tiempos.
La
historia de los niños héroes adquirió dimensión de un “cantar de gesta” durante
el periodo del presidente Miguel Alemán. En marzo de 1947 el presidente de los
Estados Unidos, Harry Truman, realizó una visita oficial a México cuando se
conmemoraban 100 años de la guerra entre ambos países.
Para
tratar de agradar a los mexicanos, colocó una ofrenda floral en el antiguo
monumento a los Niños Héroes de Chapultepec y expresó: “un siglo de rencores se
borra en un minuto de silencio”. La frase de Truman y el homenaje tocaron las
fibras más sensibles del nacionalismo mexicano y desató el repudio hacia el
vecino del norte, al tal grado que al caer la noche, cadetes del Colegio
Militar retiraron la ofrenda del monumento y la arrojaron a la embajada
estadounidense.
Para
apaciguar los ánimos y resaltar los valores de la mexicanidad sobre la amenaza
exterior, el gobierno decidió reescribir la historia. Poco después de la visita
de Truman se dio a conocer una noticia que ocupó las primeras planas de los
diarios. Milagrosamente, durante unas excavaciones al pie del cerro de
Chapultepec, se encontraron seis calaveras que se dijo pertenecían a los niños
héroes.
A
partir de ese momento los “niños héroes” se transformaron en un mito. En 1952
se inauguró su nuevo monumento conocido hoy como el Altar a la Patria. Ahí
fueron depositados los restos óseos de seis desconocidos, pues nunca se
comprobó científica y documentalmente que efectivamente fueran los cadetes.
JUAN ESCUTIA Y LA BANDERA
El
ejército norteamericano toma el castillo, acorralado, Juan Escutia decide
proteger la bandera, se enrolla en ella y salta al vacío. Es la escena
romántica de la batalla del Castillo de Chapultepec.
Pie de foto:
Recreación de la batalla en el Castillo de Chapultepec.
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Juan
Escutia de inicio no era cadete del Colegio Militar. Algunas fuentes lo sitúan
como voluntario en el batallón de San Blas, otros, como un agregado del
colegio, que no alcanzó a ser registrado.
En
realidad, Juan Escutia no murió por un salto ni envuelto en una bandera, cayó
abatido a tiros junto con Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca cuando
intentaban huir hacia el jardín Botánico. La bandera mexicana fue capturada por
los estadounidenses y fue devuelta a México hasta el sexenio de José López
Portillo.
Salvador
Rueda, director del Museo Nacional de Historia (MNH), explicó en una entrevista
reciente, “aquí en el Castillo resguardamos lo que queda de la bandera de la
fortaleza (la que supuestamente tomó Juan Escutia), compuesta de los campos
verde y blanco. El campo rojo, con la batalla y el cañoneo, se perdió. Por sus
características debió medir alrededor de 10 metros cuadrados y es muy pesada”.
De inicio, la imagen de Juan Escutia con una bandera completa de tres colores
es falsa.
“No
era algo que un muchacho, por más fuerte que estuviera, la bajara, se
envolviera en ella y hubiera tratado de correr”, agregó Salvador Rueda, “si se
hubiera lanzado de la torre que tenía el Alcázar en esa época hubiera
necesitado alas para caer hasta donde fue encontrado su cuerpo”.
EL CADETE QUE SÍ DEFENDIÓ EL PABELLÓN NACIONAL
Oficialmente
Juan Escutia es quien protegió la bandera de México en la guerra contra Estados
Unidos. En realidad, la defensa del pabellón nacional ocurrió durante la sangrienta
batalla del Molino del Rey, ocurrida la
mañana del 8 de septiembre de 1847.
En
realidad, fue el capitán Margarito Zuazo, miembro del Batallón Mina, enviado a
los Molinos del Rey, quien se envolvió con la bandera, regresó a su casa y
entregó la bandera rescatada. Murió días después.
Guillermo
Prieto, en su obra “Mi Guerra del 47” relató la escena así: “Era un mocetón
arrojado y le hirieron de muerte, y a chorros le corría la sangre […] viéndose
perdido, coge la bandera del batallón Mina matando a los que se echaban
sobre ella […] la dobla y la acurruca en
su seno”.
Con
el pabellón en su poder, logró llegar al edificio principal de Molino del Rey
“allí se quitó la chaqueta y la camisa y se enredó contra su cuerpo la
bandera”. La amenazante cercanía de los norteamericanos no lo amedrentó; cuando
la batalla tocó la última llamada, el capitán regresó al combate. “Las
bayonetas invasoras no tuvieron misericordia de su cuerpo, Zuazo se retiró
moribundo pero logró salvaguardar la bandera”.
La
bandera que Zuazo resguardó con su cuerpo quedó manchada con su sangre y logró
permanecer en manos mexicanas. Hoy se encuentra en el Museo Nacional de
Historia.
EL “NIÑO HEROE” RENEGADO
En
la batalla de Chapultepec no solo combatieron los 6 cadetes, fueron más de 50
quienes rechazaron la orden de irse a sus casas, pero empuñaron sus armas y
enfrentaron al ejército norteamericano.
Miguel
Miramón, es uno de los cadetes que lucho ese 13 de septiembre se mantuvo firme
en su posición defensiva, sobrevivió a la batalla y junto con varios cadetes,
logró salir vivo del lugar.
La
historia lo desecho como candidato para ser un “Niño Héroe”, pues se unió al Partido
Conservador, enemigo de los liberales y de Benito Juárez. Ese “Niño Héroe” ocupó
la primera magistratura del país a los 27 años de edad, pero se equivocó de
bando y por consiguiente fue condenado al infierno cívico.
En
1859 fue nombrado Presidente Interino de México por el Partido Conservador bajo
la ideología del Plan de Tacubaya, en oposición al presidente liberal Benito
Juárez. Miguel Miramón es el presidente más joven que ha tenido México en su
historia y durante los siguientes dos años se distinguió como el máximo líder
de los conservadores.
Regresó
finalmente en 1867, tras la salida de los franceses, para ponerse al servicio
de Maximiliano. En el Sitio de Querétaro fue derrotado y capturado junto con
los demás partidarios del Imperio. Murió fusilado al lado de Maximiliano de
Habsburgo y Tomás Mejía.
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