lunes, 14 de septiembre de 2015

EL MITO DE LOS NIÑOS HÉROES


Por: Miguel Olvera Caballero

Huatusco, Ver.- El castillo de Chapultepec fue donde se consumó prácticamente la guerra de México contra Estados Unidos. De las cenizas de la derrota, se levantó un mito que hizo resurgir el patriotismo, “Los Niños Héroes”.

Pie de foto:
Los “Niños Héroes”, cuyo sacrificio fue tan manipulado 
por la historia oficialista, que perdió su esencia y 
los convirtió en un mito.

Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente Suárez, Juan de la Barrera y Juan Escutia son el símbolo del sacrificio mexicano, ejemplo para niños y jóvenes, imagen de billetes mexicanos. Fueron héroes por defender a México, por luchar cuando podían huir, por enfrentar a un ejército que no podían vencer, aunque su historia, ha sido mal contada.

La mañana del 13 de septiembre de 1847, agonizante la guerra México-Estados Unidos, más de 13 mil soldados de Estados Unidos avanzaron sobre el que era el domicilio del Colegio Militar. La defensa mexicana constaba de 823 soldados, 43 cadetes y 4 cañones.

Las edades de los cadetes oscilaban entre los 12 y 18 años; los instructores Oficiales a cargo tenían un poco más de edad, pero jóvenes todavía. En la batalla también participó el batallón de San Blas, con 400 soldados, que fueron prácticamente diezmados durante el ataque.
Al final del día, la victoria estaba decidida a favor del ejército invasor. Del lado norteamericano cayeron 130 soldados, además de 29 desaparecidos, del mexicano se reportaron 250 bajas.

Al momento de morir en el castillo de Chapultepec, Francisco Márquez y Vicente Suárez tenían 14 años; Agustín Melgar y Fernando Montes de Oca 18. Juan de la Barrera 19 y Juan Escutia 20.

Pie de foto:
Miguel Miramón fue uno de los muchos cadetes 
que lucharon en el Castillo de Chapultepec. Fue el 
primer presidente del Partido Conservador y en 
automático, se le excluyo como héroe.
Después de la batalla, todos los cadáveres que se encontraron en y a los alrededores del Castillo de Chapultepec fueron incinerados, lo mismo mexicanos que estadounidenses, porque así se acostumbraba hacer en esos tiempos.

La historia de los niños héroes adquirió dimensión de un “cantar de gesta” durante el periodo del presidente Miguel Alemán. En marzo de 1947 el presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, realizó una visita oficial a México cuando se conmemoraban 100 años de la guerra entre ambos países.

Para tratar de agradar a los mexicanos, colocó una ofrenda floral en el antiguo monumento a los Niños Héroes de Chapultepec y expresó: “un siglo de rencores se borra en un minuto de silencio”. La frase de Truman y el homenaje tocaron las fibras más sensibles del nacionalismo mexicano y desató el repudio hacia el vecino del norte, al tal grado que al caer la noche, cadetes del Colegio Militar retiraron la ofrenda del monumento y la arrojaron a la embajada estadounidense.

Para apaciguar los ánimos y resaltar los valores de la mexicanidad sobre la amenaza exterior, el gobierno decidió reescribir la historia. Poco después de la visita de Truman se dio a conocer una noticia que ocupó las primeras planas de los diarios. Milagrosamente, durante unas excavaciones al pie del cerro de Chapultepec, se encontraron seis calaveras que se dijo pertenecían a los niños héroes.

A partir de ese momento los “niños héroes” se transformaron en un mito. En 1952 se inauguró su nuevo monumento conocido hoy como el Altar a la Patria. Ahí fueron depositados los restos óseos de seis desconocidos, pues nunca se comprobó científica y documentalmente que efectivamente fueran los cadetes.

JUAN ESCUTIA Y LA BANDERA

El ejército norteamericano toma el castillo, acorralado, Juan Escutia decide proteger la bandera, se enrolla en ella y salta al vacío. Es la escena romántica de la batalla del Castillo de Chapultepec.

Pie de foto:
Recreación de la batalla en el Castillo de Chapultepec.
Juan Escutia de inicio no era cadete del Colegio Militar. Algunas fuentes lo sitúan como voluntario en el batallón de San Blas, otros, como un agregado del colegio, que no alcanzó a ser registrado.

En realidad, Juan Escutia no murió por un salto ni envuelto en una bandera, cayó abatido a tiros junto con Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca cuando intentaban huir hacia el jardín Botánico. La bandera mexicana fue capturada por los estadounidenses y fue devuelta a México hasta el sexenio de José López Portillo.

Salvador Rueda, director del Museo Nacional de Historia (MNH), explicó en una entrevista reciente, “aquí en el Castillo resguardamos lo que queda de la bandera de la fortaleza (la que supuestamente tomó Juan Escutia), compuesta de los campos verde y blanco. El campo rojo, con la batalla y el cañoneo, se perdió. Por sus características debió medir alrededor de 10 metros cuadrados y es muy pesada”. De inicio, la imagen de Juan Escutia con una bandera completa de tres colores es falsa.

“No era algo que un muchacho, por más fuerte que estuviera, la bajara, se envolviera en ella y hubiera tratado de correr”, agregó Salvador Rueda, “si se hubiera lanzado de la torre que tenía el Alcázar en esa época hubiera necesitado alas para caer hasta donde fue encontrado su cuerpo”.

EL CADETE QUE SÍ DEFENDIÓ EL PABELLÓN NACIONAL

Oficialmente Juan Escutia es quien protegió la bandera de México en la guerra contra Estados Unidos. En realidad, la defensa del pabellón nacional ocurrió durante la sangrienta batalla del Molino del Rey, ocurrida  la mañana del 8 de septiembre de 1847.

En realidad, fue el capitán Margarito Zuazo, miembro del Batallón Mina, enviado a los Molinos del Rey, quien se envolvió con la bandera, regresó a su casa y entregó la bandera rescatada. Murió días después.

Guillermo Prieto, en su obra “Mi Guerra del 47” relató la escena así: “Era un mocetón arrojado y le hirieron de muerte, y a chorros le corría la sangre […] viéndose perdido, coge la bandera del batallón Mina matando a los que se echaban sobre  ella […] la dobla y la acurruca en su seno”.

Con el pabellón en su poder, logró llegar al edificio principal de Molino del Rey “allí se quitó la chaqueta y la camisa y se enredó contra su cuerpo la bandera”. La amenazante cercanía de los norteamericanos no lo amedrentó; cuando la batalla tocó la última llamada, el capitán regresó al combate. “Las bayonetas invasoras no tuvieron misericordia de su cuerpo, Zuazo se retiró moribundo pero logró salvaguardar la bandera”.

La bandera que Zuazo resguardó con su cuerpo quedó manchada con su sangre y logró permanecer en manos mexicanas. Hoy se encuentra en el Museo Nacional de Historia.


EL “NIÑO HEROE” RENEGADO

En la batalla de Chapultepec no solo combatieron los 6 cadetes, fueron más de 50 quienes rechazaron la orden de irse a sus casas, pero empuñaron sus armas y enfrentaron al ejército norteamericano.

Miguel Miramón, es uno de los cadetes que lucho ese 13 de septiembre se mantuvo firme en su posición defensiva, sobrevivió a la batalla y junto con varios cadetes, logró salir vivo del lugar.
La historia lo desecho como candidato para ser un “Niño Héroe”, pues se unió al Partido Conservador, enemigo de los liberales y de Benito Juárez. Ese “Niño Héroe” ocupó la primera magistratura del país a los 27 años de edad, pero se equivocó de bando y por consiguiente fue condenado al infierno cívico.

En 1859 fue nombrado Presidente Interino de México por el Partido Conservador bajo la ideología del Plan de Tacubaya, en oposición al presidente liberal Benito Juárez. Miguel Miramón es el presidente más joven que ha tenido México en su historia y durante los siguientes dos años se distinguió como el máximo líder de los conservadores.

Regresó finalmente en 1867, tras la salida de los franceses, para ponerse al servicio de Maximiliano. En el Sitio de Querétaro fue derrotado y capturado junto con los demás partidarios del Imperio. Murió fusilado al lado de Maximiliano de Habsburgo y Tomás Mejía.

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