jueves, 7 de julio de 2016

“EL MORRO YA SE MURIÓ”: CRÓNICA DE UN FATAL ACCIDENTE



Por: Miguel Olvera Caballero

Coscomatepec, Ver.- Tendido sobre la batea quedó el cuerpo de Alfredo. Apenas cinco minutos después había fallecido, “el morro ya se murió”, se dijeron entre sí. En medio del dolor, queda la impotencia de sus compañeros de trabajo, por no haber podido hacer más.

“Sentí como se me doblaban las piernas”, reconoce sin pena Moisés Lino, quien ayudó a sacar a los lesionados de entre los restos de la camioneta. Recargado sobre las estructuras de una Nissan doble cabina, el joven relata que él viajaba en otra camioneta, apenas a unos metros de la que se convirtió en féretro de 6 coscomatepecanos.

Junto con él, decenas de pobladores de Xocotla emprendieron ayer por la mañana el camino de regreso a su comunidad, en caravana, tal como hicieron el lunes por la mañana. La diferencia es que seis de ellos vuelven dentro de ataúdes.

Moisés Lino y Rafael Tolentino fueron dos de quienes detuvieron al conductor del tráiler que causó el aparatoso accidente. “Nos dijo que se durmió, que lo disculpáramos”, comenta Rafael Tolentino, quien agrega que tuvieron que acorralarlo armados con piedras, pues pretendía huir del lugar.

Por el rostro de Acacio Lino, líder de los taxistas del servicio mixto rural de Xocotla, quien también se dirigía a Puebla, corren las lágrimas que no intenta limpiarse ni disimularlas. Conforme ascienden a Xocotla, el corazón se les comprime, saben que han vuelto a la realidad y faltan seis de ellos.

“Estuvo bien canijo la neta, el chavito quedó debajo de las tablas, en la batea, no se veía que tuviera nada, pero ya sacaba sangre por la nariz, bajamos a uno de los heridos, al regresar ya estaba muerto”, refiere Moisés.

Quisieron mover los fierros retorcidos para sacar a sus compañeros. Inconscientemente soñaron con tener la fuerza para hacerlo, algún poder otorgado por algunos instantes. De repente se quedan flotando sus palabras en el aire. Casi se sueñan salvando a los finados.

Pasadas las 13:00 horas llegaron los finados a su hogar, donde fueron recibidos con flores y lágrimas. A sus humildes viviendas enclavadas en la comunidad de Xocotla, que soñaban mejorar con el salario obtenido de su duro trabajo.


Alfredo Hernández, apenas un adolescente, regresó cargado por sus compañeros, como agotado de una ardua jornada de trabajo, al que nunca llegó. Tampoco “Beto”, quien conducía el taxi, ni los hermanos Marcelino y Oliverio Hernández. Miguel y Antonio Hernández, padre y hermano de Alfredo quedaron también sin vida.

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