Por: Miguel Olvera Caballero
Coscomatepec, Ver.- Los rostros emergen rojos, como si estuvieran maquillados. A más de 10 metros, sus figuras son imperceptibles. Las bajas temperaturas en las faldas del Pico de Orizaba no son una broma. Ahí, el frío sí cala los huesos y quema la cara.
Pie de foto:
De entre la densa niebla amas de casa, niños y adultos,
aparecen de repente cual fantasmas, el termómetro
no les hace falta, saben que hace frío y por las noches,
empeorará.
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Los niños caminan al mismo paso en Zacatla o en Cuiyachapa, Aserradero, en Nuevo Jacal, apurando el paso. Sobre la carretera de concreto hidráulico, el chofer detiene su marcha y pregunta a donde se dirigen, “a la escuela”, responden y siguen su marcha, y desaparecen.
Los reportes meteorológicos de bajas temperaturas que se olvidan en la zona urbana con chamarras, guantes, gorros y hasta clima, no hacen falta en la sierra, donde el agua amanece hecha hielo, la maleza cubierta de escarcha.
En medio de las barrancas de repente aparecen las miradas inquisidoras. Son decenas de campesinos que como si fueran fantasmas, aparecen de la nada arrojando abono en los maizales incrustados en el lomo de los cerros. Se protegen con hules amarrados a la espalda, el azadón en la mano llena de callosidades por tanto trabajo.
Las manos se congelan, se entumen a causa del frío, pero los pobladores salen de sus casas apenas con una chamarra ligera. Del suelo la neblina se levanta como si se tratara de vapor de una fogata y corre a lo largo de las calles. El desfile de amas de casa cubriéndose el rostro con su reboso aumenta conforme avanza el día. Los niños de menos de 5 años llevan el rostro sucio, lavárselos con agua, que está congelada es una tortura.
Pasadas las tres de la tarde la visibilidad es imposible, de las casas de madera se filtran las columnas de humo, señal de que los anafres se han encendido. Inicia otra lucha nocturna contra el frío invernal, que apenas da sus primeras señales de vida.
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